miércoles, 25 de abril de 2012

Perfumes y Publicidad

Por Claudia Garcés

No hay nada más marcado por el contenido sexual y el erotismo, que los anuncios de perfumes y colonias. Es algo real y del día a día, pero esto no quita que podamos ser conscientes de ello y reflexionemos sobre lo  que nos quieren trasmitir verdaderamente los publicistas, cuando nos bombardean continuamente en los medios de comunicación con anuncios como los siguientes.





Las colonias de Donna Karan New York siempre incluyen en su publicidad  una manzana mordida y a su lado una mujer hermosa, en ocasiones acompañada de un joven apuesto. El envase de la colonia también tiene forma de manzana, ¿también casualidad? Si nos remontamos a lo que expone la biblia y el cristianismo, cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, fue ocasionado por el pecado original: haber comido una manzana del árbol prohibido. El diablo fue quien, en forma de serpiente, coacciono a Eva para que mordiera la manzana y ésta tentó al hombre para que también comiera de la fruta negada. Recordamos con esto, los mitos expuestos por Simone de Beauvoir en su libro: “El mal es una realidad absoluta, y la carne es pecado. Y, bien entendido, puesto que jamás la mujer deja de ser lo Otro, no se considera que recíprocamente macho y hembra sean carne: la carne que para el cristiano es lo Otro enemigo, no se distingue de la mujer. En ella es donde se encarnan las tentaciones de la tierra, del sexo, del demonio. Todos los Padres de la Iglesia coinciden sobre el hecho de que ella condujo a Adán al pecado. Preciso es volver a citar las palabras de Tertuliano ‘mujer, eres la puerta del diablo, tú has persuadido a aquel a quien el diablo no osaba atacar de frente. Por tu causa hubo de morir el Hijo de Dios. Deberías ir siempre vestida de luto y harapos’”.  (Simone de Beauvoir; 1949; El Segundo sexo; pág. 67)

Por tanto y recordando esto, la manzana es pues, la tentación y lo prohibido, que junto a una mujer resultan el vínculo perfecto para cometer un pecado. Y como lo prohibido es lo más deseado o eso creen los creadores de esta publicidad, esta es pues la mejor arma para atraer a la mujer y a través de ésta, también al hombre.

Por otro lado la forma simplemente del bote de la colonia ya habla por sí solo. En esta imagen publicitaria se puede observar como la hermosa mujer plagada de curvas y formas perfectas se refleja en la silueta de la colonia. Además el nombre de la misma “hechizo”, no hace más que recordar el mito aquel de la mujer y su conexión con la brujería y el misticismo que nos remonta a culturas y tradiciones antiguas donde la magia era cosa de mujeres, las cuales eran a la vez temidas y amadas por su gran conexión con la tierra y la fecundidad. Pueda resultar exagerado, pero si reflexionamos, el nombre “hechizo” hace creer en un doble sentido, en el cual el olor de la colonia por si sólo tiene la capacidad de hechizar a cualquier hombre: “La Naturaleza entera se le representa como una madre; la tierra es mujer; y la mujer está habitada por las mismas oscuras potencias que la tierra. Por esta razón, en parte, le es confiado el trabajo agrícola: capaz de llamar a su seno a las larvas ancestrales, la mujer tiene también poder para hacer brotar de los campos sembrados los frutos y las espigas. En uno y otro caso, no se trata de una operación creadora, sino de un mágico conjuro”. (Simone de Beauvoir; 1949; El Segundo sexo; pág. 25 - 26).
Una imagen vale más que mil palabras, y esta más que ninguna. En este caso la colonia es una fragancia masculina de Tom Ford. Un empresario arriesgado que se vale de su gran “creatividad e  imaginación” para sacar a la luz publicidad de este tipo.  El cuerpo femenino y mucho más sus zonas genitales e intimas son la mejor opción a la hora de vender un producto masculino. La mujer no es más pues, que un simple objeto sexual de deseo y que existe simplemente para la satisfacción del hombre; pero que paradójicamente sin ella y sin su función de sumisa, obediente y dócil, él no podría existir:
“Siempre es difícil describir un mito; no se deja asir ni cercar; asedia a las conciencias sin jamás haberse plantado ante ellas como un objeto fijo. Es tan ondulante, tan contradictorio, que al principio no se descubre su unidad: Dalila y Judit, Aspasia y Lucrecia, Pandora y Atenea, la mujer es al mismo tiempo Eva y la Virgen María. Es un ídolo, una sirvienta, la fuente de la vida, una potencia de las tinieblas; es el silencio elemental de la verdad, es artificio, charlatanería y mentira; es la curandera y la hechicera; es la presa del hombre, es su pérdida, es todo cuanto él es y quiere ser, su negación y su razón de ser”.
(Simone de Beauvoir; 1949; El Segundo sexo; pág. 59)

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