No hay nada más marcado por el contenido sexual y el erotismo, que los anuncios de perfumes y colonias. Es algo real y del día a día, pero esto no quita que podamos ser conscientes de ello y reflexionemos sobre lo que nos quieren trasmitir verdaderamente los publicistas, cuando nos bombardean continuamente en los medios de comunicación con anuncios como los siguientes.
Las colonias de Donna Karan New York siempre incluyen en su publicidad una manzana mordida y a su lado una mujer hermosa, en ocasiones acompañada de un joven apuesto. El envase de la colonia también tiene forma de manzana, ¿también casualidad? Si nos remontamos a lo que expone la biblia y el cristianismo, cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, fue ocasionado por el pecado original: haber comido una manzana del árbol prohibido. El diablo fue quien, en forma de serpiente, coacciono a Eva para que mordiera la manzana y ésta tentó al hombre para que también comiera de la fruta negada. Recordamos con esto, los mitos expuestos por Simone de Beauvoir en su libro: “El mal es una realidad absoluta, y la carne es pecado. Y, bien entendido, puesto que jamás la mujer deja de ser lo Otro, no se considera que recíprocamente macho y hembra sean carne: la carne que para el cristiano es lo Otro enemigo, no se distingue de la mujer. En ella es donde se encarnan las tentaciones de la tierra, del sexo, del demonio. Todos los Padres de la Iglesia coinciden sobre el hecho de que ella condujo a Adán al pecado. Preciso es volver a citar las palabras de Tertuliano ‘mujer, eres la puerta del diablo, tú has persuadido a aquel a quien el diablo no osaba atacar de frente. Por tu causa hubo de morir el Hijo de Dios. Deberías ir siempre vestida de luto y harapos’”. (Simone de Beauvoir; 1949; El Segundo sexo; pág. 67)
Por tanto y
recordando esto, la manzana es pues, la tentación y lo prohibido, que junto a
una mujer resultan el vínculo perfecto para cometer un pecado. Y como lo prohibido
es lo más deseado o eso creen los creadores de esta publicidad, esta es pues la
mejor arma para atraer a la mujer y a través de ésta, también al hombre.
Una imagen vale más
que mil palabras, y esta más que ninguna. En este caso la colonia es una
fragancia masculina de Tom Ford. Un empresario arriesgado que se vale de su
gran “creatividad e imaginación” para
sacar a la luz publicidad de este tipo.
El cuerpo femenino y mucho más sus zonas genitales e intimas son la
mejor opción a la hora de vender un producto masculino. La mujer no es
más pues, que un simple objeto sexual de deseo y que existe simplemente para
la satisfacción del hombre; pero que paradójicamente sin ella y sin su función
de sumisa, obediente y dócil, él no podría existir:
“Siempre es difícil
describir un mito; no se deja asir ni cercar; asedia a las conciencias sin
jamás haberse plantado ante ellas como un objeto fijo. Es tan ondulante, tan
contradictorio, que al principio no se descubre su unidad: Dalila y Judit,
Aspasia y Lucrecia, Pandora y Atenea, la mujer es al mismo tiempo Eva y la
Virgen María. Es un ídolo, una sirvienta, la fuente de la vida, una potencia de
las tinieblas; es el silencio elemental de la verdad, es artificio,
charlatanería y mentira; es la curandera y la hechicera; es la presa del
hombre, es su pérdida, es todo cuanto él es y quiere ser, su negación y su
razón de ser”.
(Simone de Beauvoir; 1949; El Segundo sexo; pág. 59)
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